Río de Janeiro, 22 de julio
(Télam, enviados especiales, Silvina Oranges y Lucas González Monte).- En su
primer viaje internacional, el papa Francisco llegó hoy a Río de Janeiro, donde
fue aclamado en las calles por miles de jóvenes de todo el mundo, a quienes
consideró el "ventanal por el que entra el futuro" y afirmó que llega a Brasil sin
"oro ni plata, sino con lo más valioso: Jesucristo".
"He venido para la Jornada Mundial de
la Juventud. Para
encontrarme con jóvenes venidos de todas las partes del mundo, atraídos por los
brazos abiertos del Cristo Redentor", fue su primer mensaje en la
ceremonia de bienvenida que la presidenta Dilma Rousseff le ofreció en el Palacio
Guanabara, sede de la gobernación de Río.
En relación a los 2 millones
de peregrinos que llegarán a esta cita mundial, entre ellos más de 40 mil
argentinos, el papa Jorge Bergoglio dijo que la juventud "es el ventanal
por el que entra el futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos".
"Nuestra generación se
mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle
espacio: tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo;
darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle
seguridad y educación; transmitirle valores duraderos", añadió en un
discurso pronunciado en portugués.
Y en un fuerte mensaje de
humildad, pidió "permiso para entrar y pasar esta semana con
ustedes", tras lo cual añadió: "no tengo oro ni plata, pero traigo
conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo".
Antes, en su mensaje de
bienvenida, Rousseff dijo que "era una honra duplicada tener al primer
papa latinoamericano" en su país y aseveró que "luchamos contra un
enemigo común: la desigualdad social".
La mandataria afirmó además
que "un hombre que viene del pueblo latinoamericano, de nuestra vecina
Argentina, agrega más condiciones para crear una amplia alianza global para el
combate del hambre y la pobreza", y le habló de las recientes protestas
que sacudieron las calles de Río.
En ese marco, la jefa de
Estado brasileña explicó que la juventud de su país salió a las calles para
profundizar la democracia y mejorar su calidad de vida.
El papa argentino aterrizó a
las 15.40 en suelo carioca, a bordo del airbus A330 de la compañía Alitalia que
lo trajo del Vaticano, y casi 20 minutos después se lo vio bajar sonriente las escalinatas,
seguido por su comitiva.
En la aeroestación fue
recibido por Rousseff y el arzobispo de Río, Orani Tempesta; mientras un coro
de jóvenes y niños de distintas nacionalidades lo esperaban entonando canciones
como "Esta es la juventud del Papa" y el himno oficial de la jornada mundial.
Alegre, distendido y risueño,
Bergoglio recorrió -dialogando junto a la mandataria de Brasil- la alfombra
roja dispuesta especialmente desde las escalinatas del avión y saludó uno por
uno a los integrantes de la comitiva oficial que lo esperaba.
Luego, el pontífice vivió un
baño de multitudes en el recorrido desde el aeropuerto hasta Guanabara:
primero, abordó un automóvil color gris plata que debió detenerse en varias oportunidades
durante el trayecto debido a la gran cantidad de jóvenes que rodearon el
vehículo para saludarlo.
Con la ventanilla abierta, el
Santo Padre iba saludando a su paso a los jóvenes que se le acercaban, lo que
motivaba gestos desesperados de una decena de efectivos de seguridad -con
trajes negros- que rodeaban el automóvil.
Esta situación de desborde
motivó algunas acusaciones cruzadas entre las autoridades locales: la alcaldía
de Rio de Janeiro acusó a la
Policía Federal por el embotellamiento que atrapó en el
tránsito durante algunos minutos al auto que transportaba al papa.
Cuando llegó a la catedral de
Río, Francisco abordó el "papamóvil" blanco y descubierto, a bordo
del cual realizó un trayecto de unas diez cuadras hasta el teatro municipal,
desde donde saludaba y bendecía, haciendo detener la marcha por breves instantes,
lo que le permitió alzar a un bebé en sus brazos.
"Estoy muy emocionada,
soñaba con que él pudiera abrazar a mi hijo, yo sabía que pasaría", relató
entre llantos Monique, la madre de Nicolás, el niño brasileño que Francisco
abrazó.
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