Buenos Aires (AICA).- Al
presidir la misa y la tradicional procesión del Corpus Christi alrededor de la Plaza de Mayo, este sábado (1),
el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mario Aurelio Poli, afirmó que la Iglesia revive en esta
solemnidad ¨nos mueve el deseo de encontrarnos como Iglesia peregrina, que
necesita de la comunión con su Cuerpo y desea volver a gustar de su amistad
divina, para pasearlo por la ciudad y anunciarlo con alegría en la misión¨. En
tanto, a los jóvenes que participaron de la marcha juvenil previa, el prelado
los instó a ser ¨ más solidarios y crecer en la solidaridad. Esa solidaridad
gratuita y generosa, que ustedes saben dar¨. Luego de impartir la bendición
eucarística, pidió a los jóvenes que irán a Río por la JMJ que ¨el primero que llegue
le diga al Papa, que lo queremos mucho y lo esperamos¨ y convocó a rezar para
que haya ¨una nueva primavera de vocaciones¨ en la arquidiócesis y en la Argentina.
El arzobispo de Buenos Aires y
primado de la Argentina,
monseñor Mario Aurelio Poli, afirmó hoy que Corpus Christi es "la fiesta
anual de los hermanos que celebran y reviven la presencia de Jesús en el gran
signo del Pan de Vida que es su Cuerpo, para comerlo y renovar su gracia en
nosotros" y destacó que "nos mueve el deseo de encontrarnos como
Iglesia peregrina, que necesita de la comunión con su Cuerpo y desea volver a
gustar de su amistad divina, para pasearlo por la ciudad y anunciarlo con
alegría en la misión".
El prelado porteño sostuvo que
"el sacramento de la
Eucaristía despliega su virtud divina y va más allá de
nuestros templos, de nuestra comunidad, de nuestro barrio y ciudad, hasta
alcanzar insospechables periferias, donde hombres y mujeres lo esperan, y para
nuestra sorpresa lo reciben como la alegría de sus días".
"La misión tiene esas
cosas sencillas y misteriosas, comienza cuando los discípulos se alimentan del
Pan de Vida, y transformados por Él, se convierten en portadores de la mejor
noticia que esperan recibir los hombres: Cristo murió y resucitó
verdaderamente, y ahora vive y comparte nuestra vida cotidiana", subrayó
ante la multitud reunida en Plaza de Mayo.
Monseñor Poli reconoció que a
esta solemnidad "le falta algo", en referencia a la ausencia del
cardenal Jorge Bergoglio. "Hoy es el Papa, ya no es nuestro, es de
todos", aseveró en medio de aplausos y junto a una imagen de Francisco que
había sobre el altar. Y para recordarlo, parafraseó la homilía que el pontífice
pronunció el jueves en el marco de la celebración romana del Corpus, en la que
consideró “clave” la palabra solidaridad, pese a que ésta “es una palabra mal
vista por el espíritu del mundo”.
MARCHA JUVENIL Y PALABRAS DEL
PRELADO
La solemnidad del Corpus
comenzó por la mañana con una marcha juvenil desde cuatro puntos de la ciudad
que convergió en plaza Miserere, en el barrio de Once, y desde donde siguió en
una columna hasta plaza Lorea, frente al Congreso.
Allí, monseñor Poli instó a
los jóvenes a ser "más solidarios" y superar la indiferencia.
"Seamos más solidarios y
crezcamos en la solidaridad. Esa solidaridad gratuita y generosa, que ustedes
saben dar”, aseveró.
Asimismo, destacó que los
jóvenes, junto a niños y ancianos, son "el bello rostro de la Iglesia" y parafraseó
al papa Francisco para invitarlos a ser "más solidarios".
PROCESIÓN Y BENDICIÓN
EUCARÍSTICA
Al término de la misa
concelebrada por el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, los
obispos auxiliares porteños y numerosos sacerdotes, monseñor Poli encabezó la
procesión tradicional con el Santísimo Sacramento alrededor de la Plaza de Mayo y renovó la
consagración de la ciudad y de la arquidiócesis a Nuestra Señora de Luján. En
ese momento, pidió especialmente a la
Virgen que "cuide y proteja al papa
Francisco".
La hostia consagrada fue
llevada por una custodia, seguida por el prelado, los demás obispos auxiliares,
sacerdotes, los abanderados de los colegios católicos, los seminaristas, los
jóvenes y el resto de la feligresía presente.
La pública expresión de fe,
que este año llevó por lema la frase evangélica "Pan para la misión",
culminó con la multitud entonando el Himno Nacional Argentino y monseñor Poli
impartiendo la bendición eucarística.
El primero que llegue y la
primavera de las vocaciones
Antes de que la feligresía se
disperse, el arzobispo pidió a los jóvenes que se preparan para la Jornada Mundial de
la Juventud,
que se hará en Río de Janeiro la última semana de julio, que "el primero
que llegue le diga al Papa, que lo queremos mucho y lo esperamos".
Asimismo, dijo que "lo
que más nos agrada" a los sacerdotes es que un joven se acerque pidiendo
acompañamiento vocacional, por lo que invitó a que si alguno siente "ese
run run en su corazón, se acerque" y abogó por "una nueva primavera
de vocaciones" en la arquidiócesis y en la Argentina.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DE MONS. MARIO
A. POLI
EL PAN PARA LA MISIÓN
Muy queridos amigos en Cristo
Jesús:
"Acudimos a la cita de un nuevo
encuentro con Jesús resucitado. Sí, el Corpus Christi es la fiesta anual de los
hermanos que celebran y reviven la presencia de Jesús en el gran signo del Pan
de Vida que es su Cuerpo, para comerlo y renovar su gracia en nosotros. Nos
mueve el deseo de encontrarnos como Iglesia peregrina, que necesita de la
comunión con su Cuerpo y desea volver a gustar de su amistad divina, para
pasearlo por la ciudad y anunciarlo con alegría en la misión.
Sí, hoy el Resucitado se va a
partir y repartir nuevamente, como el pan del camino que multiplicó Jesús en el
Evangelio de San Lucas, pero ahora para infundir en sus amigos el coraje de
salir al encuentro de sus hermanos.
Nos recibió primero su Palabra
y vemos que la mesa está tendida y bien dispuesta para celebrar la Eucaristía, que para
nuestra fe católica es un misterio de intimidad. Cuando los cristianos de la
comunidad de Corinto celebraban la fracción del Pan, San Pablo les exhortaba:
«Examínese, pues, cada cual, y coma así este pan y beba de este cáliz» (1 Co
11, 28). Diciendo estas cosas nos invita también a nosotros para que cada uno
aprecie el don al que somos convidados, para que Él, con su delicada visita
encuentre corazones bien dispuestos a recibir semejante gracia y a dejarse
transformar en sus misioneros.
No obstante, aun cuando lo
recibimos personalmente en la intimidad, en nosotros, el sacramento de la Eucaristía despliega su
virtud divina y va más allá de nuestros templos, de nuestra comunidad, de
nuestro barrio y ciudad, hasta alcanzar insospechables periferias, donde
hombres y mujeres lo esperan, y para nuestra sorpresa lo reciben como la
alegría de sus días. La misión tiene esas cosas sencillas y misteriosas,
comienza cuando los discípulos se alimentan del Pan de Vida, y transformados
por Él, se convierten en portadores de la mejor noticia que esperan recibir los
hombres: Cristo murió y resucitó verdaderamente, y ahora vive y comparte
nuestra vida cotidiana.
Acabamos de escuchar en el
Evangelio según san Lucas el milagro de la multiplicación de los panes y los
peces. Una multitud lo seguía hasta «un lugar desierto», Jesús los «recibió» y
les enseñaba acerca del Reino de Dios, y conmovido por los que sufren
enfermedades curó a muchos que lo necesitaban ?aclara el texto?.
Ahora bien, el espíritu de
acogida del Maestro contrasta con la actitud de sus apóstoles, porque la
primera reacción fue sacárselos de encima; caía la tarde y la cuestión era
despacharlos para que la gente se la rebuscara como pudiera. Habían optado por
el camino menos comprometido e insolidario, además, ya habían recibido
suficiente. No nos asombremos, porque no está lejos de nuestros sentimientos y
acciones, cuando alguien nos pide algo que nos incomoda. Para Jesús no es
cuestión de palabritas de consuelo, sobre todo cuando la necesidad está a la
vista. Sin sospecharlo siquiera, los discípulos iban a recibir una enseñanza
que les cambiaría su forma de pensar, y la respuesta de Jesús no se hizo
esperar: «Denles de comer Uds. Mismos». Ellos le ofrecieron poca cosa para
tantos: «cinco panes y dos pescaditos». Me los imagino encogidos de hombros y
diciendo como nosotros: «¡Maestro, es lo que hay!» Así quedaba en evidencia las
limitaciones de los recursos con que contaban.
Pero el Señor, que con poco
que le ofrezcamos hace mucho, no despreció la ofrenda y la convirtió en dones
abundantes para todos. Recordemos esta enseñanza evangélica: aunque a veces
somos poco generosos en dar o darnos, sin embargo, Él lo toma igual y lo
multiplica hasta sorprendernos. Los gestos de sus ojos elevados al cielo y las
palabras de bendición que Jesús dijo en aquel atardecer, nos sugieren lo que en
momentos vamos a hacer con el pan y el vino de nuestras pobres ofrendas en la Misa, las que Él mismo se va
a encargar de transformar en su Cuerpo y su Sangre, para que no tengamos hambre
ni sed en el desierto de esta vida. Nuestra ofrenda puede ser pobre, pero
necesaria, para que Él la transforme en don de amor para todos.
Miren la delicadeza del Señor,
que después del milagro, pone en manos de sus apóstoles la abundancia de dones
que antes no tenían, para que sean ellos los que den de comer a la gente. Así
pasa en la Misión:
primero se nos ofrece en Pan de vida, para que animados con su presencia en
nosotros vayamos a anunciarlo y darlo a conocer.
Todavía quiero reparar en un
detalle, pues el texto concluye: «Todos comieron hasta saciarse» (cf. Lc 9,
11-17). Hoy el Señor quiere servirnos nuevamente y desea que todos los hombres
y mujeres se alimenten de la
Eucaristía, porque es para todos. Así como en la celebración
del Jueves Santo la liturgia nos ilumina para entender que existe una estrecha
Cena y el misterio de la muerte de Jesús en la cruz, hoy, en la fiesta del
Corpus Christi, con la procesión y la adoración común de la Eucaristía nos recuerda
que Cristo se inmoló por la humanidad entera. Su paso por las casas y las
calles de nuestra ciudad de Buenos Aires, será para sus habitantes un
ofrecimiento de alegría, de vida inmortal, de paz y de amor. (cfr. Benedicto
XVI, Homilía del Corpus, 2007)
Yo sé que a este Corpus le
falta algo, porque al menos Uds. pensaban que lo iban a tener a nuestro querido
Cardenal Bergoglio presidiendo esta fiesta, como lo hizo tantos años. Pero para
que no lo extrañen les comparto unas palabras que él pronunció en el Corpus de
la ciudad de Roma que tuvo lugar el jueves pasado para todo el mundo:
“Preguntémonos –dice el Papa Francisco? ¿cómo sigo a Jesús? Jesús habla en
silencio en el Misterio de la
Eucaristía y cada vez nos recuerda que seguirlo quiere decir
salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida no una posesión nuestra, sino
un don a Él y a los demás.
Y son justamente los
discípulos desorientados ante la incapacidad de sus posibilidades, ante la
pobreza de lo que pueden ofrecer, los que hacen sentar a la muchedumbre y
distribuyen ?confiándose en la palabra de Jesús? los panes y los peces que
sacian el hambre de la multitud. Y esto nos indica que en la Iglesia, pero también en
la sociedad, existe una palabra clave a la que no tenemos que tener miedo:
“solidaridad”, o sea, saber poner a disposición de Dios aquello que tenemos,
nuestras humildes capacidades, porque solo en el compartir, en el donarse,
nuestra vida será fecunda, dará frutos. Solidaridad: ¡una palabra mal vista por
el espíritu mundano!
Esta tarde, una vez más, el
Señor distribuye para nosotros el pan que es su cuerpo, se hace don. Y también
nosotros experimentamos la “solidaridad de Dios” con el hombre, una solidaridad
que no se acaba jamás, una solidaridad que nunca termina de sorprendernos: Dios
se hace cercano a nosotros, en el sacrificio de la Cruz se abaja entrando en la
oscuridad de la muerte para darnos su vida, que vence el mal, el egoísmo, la
muerte.” (Hom. Corpus, 2013)
Que cada uno renueve con el
Cuerpo de Cristo, la alegría de la fe y el entusiasmo para la misión.
Recordemos que recibir bien a la gente en nuestras comunidades, atender al que
necesita una mano, enseñar las cosas de Dios y ser solidarios ante toda miseria
humana, definen el estilo pastoral y misionero que Jesús hoy nos deja en el Pan
de Vida. Amén".