domingo, 2 de junio de 2013

MONSEÑOR POLI ALENTÓ A ANUNCIAR CON ALEGRÍA A CRISTO EN EL MARCO DE LA MISIÓN

Buenos Aires (AICA).- Al presidir la misa y la tradicional procesión del Corpus Christi alrededor de la Plaza de Mayo, este sábado (1), el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mario Aurelio Poli, afirmó que la Iglesia revive en esta solemnidad ¨nos mueve el deseo de encontrarnos como Iglesia peregrina, que necesita de la comunión con su Cuerpo y desea volver a gustar de su amistad divina, para pasearlo por la ciudad y anunciarlo con alegría en la misión¨. En tanto, a los jóvenes que participaron de la marcha juvenil previa, el prelado los instó a ser ¨ más solidarios y crecer en la solidaridad. Esa solidaridad gratuita y generosa, que ustedes saben dar¨. Luego de impartir la bendición eucarística, pidió a los jóvenes que irán a Río por la JMJ que ¨el primero que llegue le diga al Papa, que lo queremos mucho y lo esperamos¨ y convocó a rezar para que haya ¨una nueva primavera de vocaciones¨ en la arquidiócesis y en la Argentina.

El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, monseñor Mario Aurelio Poli, afirmó hoy que Corpus Christi es "la fiesta anual de los hermanos que celebran y reviven la presencia de Jesús en el gran signo del Pan de Vida que es su Cuerpo, para comerlo y renovar su gracia en nosotros" y destacó que "nos mueve el deseo de encontrarnos como Iglesia peregrina, que necesita de la comunión con su Cuerpo y desea volver a gustar de su amistad divina, para pasearlo por la ciudad y anunciarlo con alegría en la misión". 

El prelado porteño sostuvo que "el sacramento de la Eucaristía despliega su virtud divina y va más allá de nuestros templos, de nuestra comunidad, de nuestro barrio y ciudad, hasta alcanzar insospechables periferias, donde hombres y mujeres lo esperan, y para nuestra sorpresa lo reciben como la alegría de sus días". 

"La misión tiene esas cosas sencillas y misteriosas, comienza cuando los discípulos se alimentan del Pan de Vida, y transformados por Él, se convierten en portadores de la mejor noticia que esperan recibir los hombres: Cristo murió y resucitó verdaderamente, y ahora vive y comparte nuestra vida cotidiana", subrayó ante la multitud reunida en Plaza de Mayo.

Monseñor Poli reconoció que a esta solemnidad "le falta algo", en referencia a la ausencia del cardenal Jorge Bergoglio. "Hoy es el Papa, ya no es nuestro, es de todos", aseveró en medio de aplausos y junto a una imagen de Francisco que había sobre el altar. Y para recordarlo, parafraseó la homilía que el pontífice pronunció el jueves en el marco de la celebración romana del Corpus, en la que consideró “clave” la palabra solidaridad, pese a que ésta “es una palabra mal vista por el espíritu del mundo”. 

MARCHA JUVENIL Y PALABRAS DEL PRELADO 

La solemnidad del Corpus comenzó por la mañana con una marcha juvenil desde cuatro puntos de la ciudad que convergió en plaza Miserere, en el barrio de Once, y desde donde siguió en una columna hasta plaza Lorea, frente al Congreso. 

Allí, monseñor Poli instó a los jóvenes a ser "más solidarios" y superar la indiferencia. 

"Seamos más solidarios y crezcamos en la solidaridad. Esa solidaridad gratuita y generosa, que ustedes saben dar”, aseveró. 

Asimismo, destacó que los jóvenes, junto a niños y ancianos, son "el bello rostro de la Iglesia" y parafraseó al papa Francisco para invitarlos a ser "más solidarios". 

PROCESIÓN Y BENDICIÓN EUCARÍSTICA 

Al término de la misa concelebrada por el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, los obispos auxiliares porteños y numerosos sacerdotes, monseñor Poli encabezó la procesión tradicional con el Santísimo Sacramento alrededor de la Plaza de Mayo y renovó la consagración de la ciudad y de la arquidiócesis a Nuestra Señora de Luján. En ese momento, pidió especialmente a la Virgen que "cuide y proteja al papa Francisco". 

La hostia consagrada fue llevada por una custodia, seguida por el prelado, los demás obispos auxiliares, sacerdotes, los abanderados de los colegios católicos, los seminaristas, los jóvenes y el resto de la feligresía presente. 

La pública expresión de fe, que este año llevó por lema la frase evangélica "Pan para la misión", culminó con la multitud entonando el Himno Nacional Argentino y monseñor Poli impartiendo la bendición eucarística. 

El primero que llegue y la primavera de las vocaciones 
Antes de que la feligresía se disperse, el arzobispo pidió a los jóvenes que se preparan para la Jornada Mundial de la Juventud, que se hará en Río de Janeiro la última semana de julio, que "el primero que llegue le diga al Papa, que lo queremos mucho y lo esperamos". 

Asimismo, dijo que "lo que más nos agrada" a los sacerdotes es que un joven se acerque pidiendo acompañamiento vocacional, por lo que invitó a que si alguno siente "ese run run en su corazón, se acerque" y abogó por "una nueva primavera de vocaciones" en la arquidiócesis y en la Argentina. 

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DE MONS. MARIO A. POLI 

EL PAN PARA LA MISIÓN 

Muy queridos amigos en Cristo Jesús: 

"Acudimos a la cita de un nuevo encuentro con Jesús resucitado. Sí, el Corpus Christi es la fiesta anual de los hermanos que celebran y reviven la presencia de Jesús en el gran signo del Pan de Vida que es su Cuerpo, para comerlo y renovar su gracia en nosotros. Nos mueve el deseo de encontrarnos como Iglesia peregrina, que necesita de la comunión con su Cuerpo y desea volver a gustar de su amistad divina, para pasearlo por la ciudad y anunciarlo con alegría en la misión. 

Sí, hoy el Resucitado se va a partir y repartir nuevamente, como el pan del camino que multiplicó Jesús en el Evangelio de San Lucas, pero ahora para infundir en sus amigos el coraje de salir al encuentro de sus hermanos. 

Nos recibió primero su Palabra y vemos que la mesa está tendida y bien dispuesta para celebrar la Eucaristía, que para nuestra fe católica es un misterio de intimidad. Cuando los cristianos de la comunidad de Corinto celebraban la fracción del Pan, San Pablo les exhortaba: «Examínese, pues, cada cual, y coma así este pan y beba de este cáliz» (1 Co 11, 28). Diciendo estas cosas nos invita también a nosotros para que cada uno aprecie el don al que somos convidados, para que Él, con su delicada visita encuentre corazones bien dispuestos a recibir semejante gracia y a dejarse transformar en sus misioneros. 

No obstante, aun cuando lo recibimos personalmente en la intimidad, en nosotros, el sacramento de la Eucaristía despliega su virtud divina y va más allá de nuestros templos, de nuestra comunidad, de nuestro barrio y ciudad, hasta alcanzar insospechables periferias, donde hombres y mujeres lo esperan, y para nuestra sorpresa lo reciben como la alegría de sus días. La misión tiene esas cosas sencillas y misteriosas, comienza cuando los discípulos se alimentan del Pan de Vida, y transformados por Él, se convierten en portadores de la mejor noticia que esperan recibir los hombres: Cristo murió y resucitó verdaderamente, y ahora vive y comparte nuestra vida cotidiana. 

Acabamos de escuchar en el Evangelio según san Lucas el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Una multitud lo seguía hasta «un lugar desierto», Jesús los «recibió» y les enseñaba acerca del Reino de Dios, y conmovido por los que sufren enfermedades curó a muchos que lo necesitaban ?aclara el texto?. 

Ahora bien, el espíritu de acogida del Maestro contrasta con la actitud de sus apóstoles, porque la primera reacción fue sacárselos de encima; caía la tarde y la cuestión era despacharlos para que la gente se la rebuscara como pudiera. Habían optado por el camino menos comprometido e insolidario, además, ya habían recibido suficiente. No nos asombremos, porque no está lejos de nuestros sentimientos y acciones, cuando alguien nos pide algo que nos incomoda. Para Jesús no es cuestión de palabritas de consuelo, sobre todo cuando la necesidad está a la vista. Sin sospecharlo siquiera, los discípulos iban a recibir una enseñanza que les cambiaría su forma de pensar, y la respuesta de Jesús no se hizo esperar: «Denles de comer Uds. Mismos». Ellos le ofrecieron poca cosa para tantos: «cinco panes y dos pescaditos». Me los imagino encogidos de hombros y diciendo como nosotros: «¡Maestro, es lo que hay!» Así quedaba en evidencia las limitaciones de los recursos con que contaban. 

Pero el Señor, que con poco que le ofrezcamos hace mucho, no despreció la ofrenda y la convirtió en dones abundantes para todos. Recordemos esta enseñanza evangélica: aunque a veces somos poco generosos en dar o darnos, sin embargo, Él lo toma igual y lo multiplica hasta sorprendernos. Los gestos de sus ojos elevados al cielo y las palabras de bendición que Jesús dijo en aquel atardecer, nos sugieren lo que en momentos vamos a hacer con el pan y el vino de nuestras pobres ofrendas en la Misa, las que Él mismo se va a encargar de transformar en su Cuerpo y su Sangre, para que no tengamos hambre ni sed en el desierto de esta vida. Nuestra ofrenda puede ser pobre, pero necesaria, para que Él la transforme en don de amor para todos. 

Miren la delicadeza del Señor, que después del milagro, pone en manos de sus apóstoles la abundancia de dones que antes no tenían, para que sean ellos los que den de comer a la gente. Así pasa en la Misión: primero se nos ofrece en Pan de vida, para que animados con su presencia en nosotros vayamos a anunciarlo y darlo a conocer. 

Todavía quiero reparar en un detalle, pues el texto concluye: «Todos comieron hasta saciarse» (cf. Lc 9, 11-17). Hoy el Señor quiere servirnos nuevamente y desea que todos los hombres y mujeres se alimenten de la Eucaristía, porque es para todos. Así como en la celebración del Jueves Santo la liturgia nos ilumina para entender que existe una estrecha Cena y el misterio de la muerte de Jesús en la cruz, hoy, en la fiesta del Corpus Christi, con la procesión y la adoración común de la Eucaristía nos recuerda que Cristo se inmoló por la humanidad entera. Su paso por las casas y las calles de nuestra ciudad de Buenos Aires, será para sus habitantes un ofrecimiento de alegría, de vida inmortal, de paz y de amor. (cfr. Benedicto XVI, Homilía del Corpus, 2007) 

Yo sé que a este Corpus le falta algo, porque al menos Uds. pensaban que lo iban a tener a nuestro querido Cardenal Bergoglio presidiendo esta fiesta, como lo hizo tantos años. Pero para que no lo extrañen les comparto unas palabras que él pronunció en el Corpus de la ciudad de Roma que tuvo lugar el jueves pasado para todo el mundo: “Preguntémonos –dice el Papa Francisco? ¿cómo sigo a Jesús? Jesús habla en silencio en el Misterio de la Eucaristía y cada vez nos recuerda que seguirlo quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida no una posesión nuestra, sino un don a Él y a los demás. 
Y son justamente los discípulos desorientados ante la incapacidad de sus posibilidades, ante la pobreza de lo que pueden ofrecer, los que hacen sentar a la muchedumbre y distribuyen ?confiándose en la palabra de Jesús? los panes y los peces que sacian el hambre de la multitud. Y esto nos indica que en la Iglesia, pero también en la sociedad, existe una palabra clave a la que no tenemos que tener miedo: “solidaridad”, o sea, saber poner a disposición de Dios aquello que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque solo en el compartir, en el donarse, nuestra vida será fecunda, dará frutos. Solidaridad: ¡una palabra mal vista por el espíritu mundano! 

Esta tarde, una vez más, el Señor distribuye para nosotros el pan que es su cuerpo, se hace don. Y también nosotros experimentamos la “solidaridad de Dios” con el hombre, una solidaridad que no se acaba jamás, una solidaridad que nunca termina de sorprendernos: Dios se hace cercano a nosotros, en el sacrificio de la Cruz se abaja entrando en la oscuridad de la muerte para darnos su vida, que vence el mal, el egoísmo, la muerte.” (Hom. Corpus, 2013) 


Que cada uno renueve con el Cuerpo de Cristo, la alegría de la fe y el entusiasmo para la misión. Recordemos que recibir bien a la gente en nuestras comunidades, atender al que necesita una mano, enseñar las cosas de Dios y ser solidarios ante toda miseria humana, definen el estilo pastoral y misionero que Jesús hoy nos deja en el Pan de Vida. Amén". 

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